*Lorenzo Hernández representa con orgullo la herencia viva de los artesanos de madera en Chocamán; tiene la habilidad de darle forma de santos y vírgenes hasta bastones, a lo que antes era sólo un pedazo de árbol
Miguel Ángel Contreras Mauss
Córdoba, Ver.- La madera cobra vida en manos de artesanos como Lorenzo Hernández.
En el corazón de las Altas Montañas de Veracruz, donde el aire fresco huele a bosque y a historia, la tradición del tallado en madera no solo sobrevive, sino que florece entre generaciones que han aprendido a leer el alma de los árboles.
Lorenzo trabaja en silencio, con una concentración casi sagrada. Frente a él, un bloque de madera de xochicuahuil –conocido también como pino blanco local– empieza a transformarse bajo la guía firme de su serrucho.
A su lado, una pieza de nogal espera turno, mientras las virutas caen como lluvia sobre el suelo de tierra. Cada corte, cada trazo, tiene una intención precisa: darle forma a lo que antes era sólo un pedazo de árbol.
“Nosotros trabajamos principalmente el cedro, el xochicuahuil y el nogal”, explica Lorenzo, sin dejar de mover la mano con destreza, desde el pequeño municipio de Chocamán.
“Pero la mejor madera para tallar, sin duda, es la que conseguimos aquí en Chocamán. Es más noble, no se raja fácil y tiene un aroma que dura años”.
Mientras lija cuidadosamente una figura recuerda que “este es un arte que no se aprende en una escuela. Se hereda”.
Las piezas que crean van desde santos y vírgenes hasta bastones, muebles y utensilios domésticos. Algunas tardan semanas en completarse; otras, apenas unos días. Pero todas llevan algo en común: el sello de una tradición centenaria que resiste al olvido.
El tallado de madera en esta región no es solo un medio de sustento, sino una forma de preservar la identidad de sus pueblos. Con el paso del tiempo, la llegada del plástico, las fábricas y los productos importados han desplazado en muchas partes del país a los artesanos. Pero aquí, en Chocamán, la resistencia se manifiesta con cada golpe de cincel y cada pulida a mano.
“Muchos jóvenes ya no quieren aprender. Prefieren irse a la ciudad”, lamenta Lorenzo. “Pero mientras nosotros sigamos aquí, la madera seguirá hablando”.